POR QUÉ ODIAMOS
1 Libro Autor Michael Ruse
Editor DEUSTO
Primera edición
LIBRO POR ENCARGO
UN VIAJE A LA RAÍZ DEL CONFLICTO HUMANO
Una
profunda y perspicaz investigación sobre
la
increíble capacidad del hombre para odiar
La
discriminación, la exclusión, el conflicto y la violencia son tan antiguos como
la humanidad. Nuestro tiempo asiste a una revitalización de las tensiones
sociales, la polarización política y el auge de los populismos, y Europa vuelve
a ser escenario de una guerra
Este
libro: ¿POR QUÉ ODIAMOS?; busca responder a un
interrogante que es hoy más pertinente que nunca: por qué una especie social
como el Homo sapiens se aborrece tanto a sí misma. Libramos guerras y tenemos
prejuicios contra nuestros semejantes. Discriminamos por motivos de
nacionalidad, clase, raza, orientación sexual, religión y género
¿Por
qué los humanos son a la vez tan sociables y tan malvados entre sí?
El
renombrado filósofo Michael Ruse viaja a las raíces del conflicto social para,
desde la biología evolutiva, la antropología y la arqueología, desentrañar la
racionalidad de las cotas que ha alcanzado el odio humano, como las dos guerras
mundiales o los horrores del Holocausto
Ruse
encuentra el secreto de la paradójica naturaleza del animal social y odiador en
nuestro pasado evolutivo tribal, cuando hace diez mil años pasamos de ser
cazadores-recolectores a agricultores, un cambio que allanó el camino para la
civilización moderna. Y es que nuestras modernas mentes albergan aún las mentes
propias de la edad de piedra
EN EL PREFACIO:
Me
educaron en la fe cuáquera en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial.
Los cuáqueros no tienen los típicos ornatos e instituciones religiosas, como
sacerdotes o iglesias (casas del campanario, como las llamábamos antiguamente),
ni tampoco credos ni dogmas ni ese tipo de cosas. Sin embargo, sería un gran
error llegar a la conclusión de que los cuáqueros no tienen creencias robustas.
Hasta podrían competir con san Pablo. Por encima de todo, para mí, ser cuáquero
significaba ser parte de una comunidad con mis semejantes. Nunca se nos dio muy
bien la lectura literal de la Biblia, pero vaya si nos tomábamos en serio el
sermón de la montaña. «Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por
diente”. Pero yo os digo: “No repliquéis al malvado; por el contrario, si
alguien os golpea en la mejilla derecha, presentadle también la otra”» (Mateo
5, 38-39). Y: «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu
enemigo”. Pero yo os digo: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced el bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan
y os persiguen”» (43-44)
Ése
es nuestro papel en la vida y la manera en que debemos servir a nuestro Señor:
amar a los otros seres humanos. Los cuáqueros hablan de la «luz interior», la
luz de Dios que hay en todas las personas, y que refulge hasta el día de hoy.
Siempre me inspira, y me obsesiona en cierta manera, la gran elegía del poeta
metafísico John Donne que colgaba en la pared de casi todos los locales de
culto donde los cuáqueros se reunían para orar en silencio
Ningún hombre es una
isla
entera por sí mismo.
Cada hombre es una
pieza del continente,
una parte del todo.
Si el mar se lleva
una porción de tierra,
Europa queda
reducida,
como si fuera un
promontorio,
o la casa de un
amigo, o la tuya propia.
Ninguna persona es
una isla;
la muerte de
cualquier hombre me mengua,
porque estoy unido a
la humanidad;
por eso, nunca
preguntes
por quién doblan las
campanas;
doblan por ti.
(«Meditación XVII»,
Devociones, 1624)
He
aquí la paradoja que nunca me ha abandonado y que permanece inalterada incluso
tras mi pérdida de fe cuando tenía veinte años. Si somos seres sociales, ¿cómo
puede ser que nos odiemos unos a otros? En mi juventud, el recuerdo de la
Segunda Guerra Mundial se cernía sobre todos nosotros: Polonia, la caída de
Francia, el Blitz, la Operación Barbarroja, Pearl Harbor, Stalingrado y, hacia
el final, la batalla de las Ardenas y el bombardeo de Dresde; y, en el otro
lado del mundo, Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, todo esto no hacía más que
confirmar lo que ya sabíamos. La Segunda Guerra Mundial era la más reciente,
pero fue la Primera Guerra Mundial, la llamada Gran Guerra, la que permeó todos
los aspectos de nuestra cultura. Mis profesoras de primaria eran mujeres solteras
que habían perdido a sus maridos y prometidos en los campos de batalla de
Flandes
En
los parques sólo había hombres solitarios vagando sin rumbo, «traumatizados por
la guerra», como nos explicaban en tono lastimero. En casa, en el salón
principal, que solamente se usaba los domingos y en ocasiones especiales, como
los funerales, había una foto del tío Bert, con dieciocho años, posando
orgulloso con su nuevo uniforme. Murió con veinte en Passchendaele. Más tarde
fui a Canadá cuando tenía veintidós años, y pronto descubrí que la Gran Guerra
era lo que definía a ese país, al igual que sucedía en otras partes de la
Commonwealth, sobre todo en Australia y Nueva Zelanda. Estaban presentes los
triunfos —como cuando, en la Semana Santa de 1917, los canadienses tomaron Vimy
Ridge, que había resistido tantos asaltos previos— y las tragedias —como
cuando, el 1 de julio de 1916, el primer día de la batalla del Somme, unos 800
miembros del Regimiento Newfoundland llegaron a la cima, pero, a la mañana
siguiente, al pasar lista, no respondieron más que 68—. En mi camino diario de
ida y vuelta a la universidad, pasaba por el lugar donde nació John McCrae,
autor del poema más citado de la guerra: «En los campos de Flandes»
Añádase
a todo esto las terribles maneras en que podemos llegar a comportarnos unos con
otros en nuestro día a día. Fue sobre todo en los años posteriores a la Segunda
Guerra Mundial, conforme íbamos siendo conscientes de los horrores del
Holocausto, cuando vimos los abismos en que los humanos pueden llegar a caer.
Todo ello no es más que una parte de una historia generalizada de prejuicios y
hostilidad, y ninguno de nosotros puede mirar hacia atrás en la historia sin
sentir culpabilidad y arrepentimiento. Nadie que viva en el sur de Estados
Unidos, como yo, puede evitar los recordatorios diarios sobre el terrible trato
por las personas blancas a la población negra
Además,
tras dos siglos de esclavitud sobrevino otro ominoso siglo bajo las leyes
racistas de Jim Crow. Hablo en general del desprecio, del trato denigrante, de
la falta de respeto…, tanto hacia extranjeros como hacia personas de otras
clases sociales, de otras razas o de orientaciones sexuales minoritarias, hacia
creyentes de religiones diferentes, discapacitados, judíos…, y del maltrato de los
hombres hacia las mujeres
Con
todo ello, ¿no sería una ingenuidad, rayana en la insensibilidad, seguir
hablando sobre la naturaleza social y la bondad innata de los seres humanos?
Y
es eso, nuestra naturaleza conflictiva, tan social y a la vez tan odiosa, la
que me ha llevado a escribir este libro
He
descubierto que, en las últimas dos décadas, ha habido importantísimos
descubrimientos y reinterpretaciones de nuestra comprensión de la evolución
humana. Son descubrimientos y reinterpretaciones de nuestra comprensión de la
evolución humana. Son descubrimientos y reinterpretaciones muy pertinentes para
mi investigación
Y
finalmente parece haber algunas respuestas
Estoy
sorprendido y agradecido por lo que he aprendido
Es
esta nueva comprensión lo que quiero exponer y compartir, y no me preocupa si
se está o no de acuerdo conmigo, sino que se aprecie la importancia del
problema y la necesidad de continuar la investigación
Es
una obligación moral que recae sobre nosotros
Y
si alguien duda de esto que digo, que piense en Ucrania
ÍNDICE:
Portada
Sinopsis
Portadilla
Dedicatoria
Prefacio
Introducción
Orígenes
1.
La
biología de la guerra
2.
La
biología del prejuicio
3.
La
cultura de la guerra
4.
La
cultura del prejuicio
5.
Hacia
delante
Epílogo
Agradecimientos
Bibliografía
Notas
Créditos
FICHA TÉCNICA:
1
Libro
272
Páginas
En
formato 23 por 15 cm
Pasta
delgada en color plastificada con solapas
Primera
edición 2023
ISBN
9788423434831
Autor
Michael Ruse
Traductor
Nadia Khalit Tolosa
Editor
DEUSTO
FAVOR DE PREGUNTAR
POR EXISTENCIAS EN:
Correo
electrónico:
Celular:
6671-9857-65
Gracias
a Google por publicarnos
Quedamos
a sus órdenes
POR QUÉ ODIAMOS
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