LA ERA DE LA ANSIEDAD
SOBRE EL PENSAMIENTO Y LA EMOCIONALIDAD
EN UN MUNDO SIN UTOPÍAS
1 Libro Autor Roberto Palacio
EDITOR ARIEL
PRIMERA EDICIÓN 2023
LIBRO POR ENCARGO
¿Es
posible ser en la ansiedad de estos tiempos?
La
era de la ansiedad es un libro sobre el vértigo de los tiempos que corren.
Vivimos bajo lo que Kierkegaard llamó la “aflicción reflejada”, el latido de un
mundo que sigue palpitando dentro de nosotros cuando toda acción ha cesado
Las
nuevas prácticas parecieran alimentar esta “ansiedad”: construimos nuestra
identidad de manera que no nos queda más que esperar el “like”; nos amamos como
boxeadores, jugando a asestar el golpe sólo para alejarnos sin saber cuándo
volver; los artistas venden esculturas invisibles y se invierten cantidades desorbitantes
en lo intocable (NFT’s)
Perdimos
las pistas de por qué hacemos lo que hacemos. Cuando acudimos a las
herramientas convencionales de la civilización en busca de sentido –la
educación, la argumentación, el conocimiento–, sólo descubrimos que son instrumentos
que han caído en sus propias formas de banalidad
¿Hay
un sitio entre el cielo y la tierra en donde anclar la redención (para usar la
expresión de Nietzsche) que tanto ansiamos? En estas páginas se ha tomado una
panorámica de 360 grados del presente, que Palacio traza con un despliegue de
ideas originales, escritas en las claves de una filosofía no académica y
divulgativa, en donde se muestra que en un mundo privado verdades y utopías,
sólo el cuidado de sí que procura el pensamiento podrá resignificar los
síntomas de la incertidumbre
De
la prestigiosa colección Ariel Filosofía
De su célebre temática:
Filosofía
/ Filosofía de la mente
Ciencias
Humanas y Sociales
Sociología
¿QUIEN ES NUESTRO AUTOR?
Roberto Palacio
(1967),
MPhil., filósofo y ensayista colombiano. Por más de dos décadas se dedicó a la
filosofía académica en los campos de etología humana y la filosofía del
lenguaje en la Universidad de los Andes, antes de desarrollar una carrera como
divulgador filosófico a través de su organización Seminarios La Vida Examinada.
Colaborador de Los Ángeles Review of Books, Philosophical Salón, El
Malpensante, entre otros. Palacio pertenece desde 2019 a la red mundial de
pensadores y divulgadores filosóficos IDW (Intellectual Deep Web) dirigida por
el filósofo sueco Alexander Bard. La era de la ansiedad es su quinto libro
ÍNDICE:
INTRODUCCIÓN
IDENTIDAD
El
embellecido ser imaginario de Pascal
EL AMOR
“Amo
a mi gato más que a las personas”
LA VIRTUALIDAD
La
mansión animalista de Kim Kardashian
CULTURA WOKE
Mermelada
emocional
ARGUMENTACIÓN
Argumentación,
política y dolor
EL CONOCIMIENTO
La
sociedad del desconocimiento
LA EDUCACIÓN
El
arte de construir puentes
LA FELICIDAD
Si
Auschwitz te apareció una mierda,
es
que no le pusiste actitud positiva
FILOSOFÍA
Salir
con una vaca y regresar con cinco habichuelas mágicas
FICHA TÉCNICA:
1
Libro
264
Páginas
Pasta
delgada en color plastificado
Primera
edición 2023
ISBN
9789878318615
Autor
Roberto Palacio
Editor
Ariel
FAVOR DE PREGUNTAR
POR EXISTENCIAS EN:
Correo
electrónico:
Celular:
6671-9857-65
Gracias
a Google por publicarnos
Quedamos
a sus órdenes
=
= = = = = =
EN LA INTRODUCCIÓN:
Mi
carrera filosófica comenzó con la irritación a mi madre cuando yo era niño.
Solía importunarla con las preguntas duras: ¿qué diablos significa que el
universo sea infinito?, ¿Dónde está Dios? Y otras más mundanas, y no por ello
más sencillas: ¿por qué dice el agüero que dejar los zapatos sobre la cama trae
mala suerte? Mi madre hacia lo que podía. Me explico un día mientras tendía la
cama que el universo infinito no lo podíamos comprender, justamente porque era
infinito y nuestra comprensión, no… y la pregunta por los zapatos sobre la cama
–una que le costó más que la del universo- la resolvió diciendo que el barro de
la suela nos podría causar una enfermedad. Y que si eso no me hacía daño lo
haría ella por dejar los zapatos sobre la cama
Yo
“entendí” todo. Su forma de tender las cobijas sobre esa superficie limitada
fue parte de lo que había asimilado. Las preguntas se me hacían
autorreferenciales: la interrogación por el tamaño del universo me parecía ella
misma infinita y en la pregunta por los zapatos había, como no, cierta
superstición. Las preguntas eran mías: Las ideas se me habían enrededados
Con
el paso del tiempo, los juegos dejan de ser simulación: el persistir en las
preguntas tiene la capacidad de forjar una vida peculiar, la del pensamiento. Dice
el filósofo francés Michel Onfray que todos nacemos filósofos, pero solo unos
tienen la suerte de seguirlo siendo cuando adultos
Una
cosa que se aprende pronto cuando se tiene la persistencia de preguntar es que
rara vez se deja el asunto cerrado, resuelto para siempre. Las respuestas de mi
madre me parecieron acertadas. Al menos le procuraron cierta tranquilidad a ese
desespero del no saber
Pero
la tranquilidad que daban las respuestas a mis preguntas infantiles duró poco.
Se comprende en este ejercicio que una pregunta nos bota a otra y a otra es una
secuencia expansiva sin fin. El conocimiento no es un proceso en el cual
superamos un pasado tonto. Las respuestas de mi madre aún las llevo conmigo y
señalan algo en cierta forma certero: no comprendemos el infinito, a los
agüeros podemos encontrarles una razón desprovista de misterio. Con los años,
he ido ampliando todo lo que ello significa. Avanzamos en el saber no tanto
derribando lo anterior, sino construyendo caminos por encima de los que ya transitábamos.
Al igual que en la ciudad, los viejos vecindarios siguen en uso. El
conocimiento crece y se desarrolla como una criatura orgánica, como el cerebro
mismo, en el cual poco se ha desechado, al tiempo que se crean nuevas
estructuras
En
esa búsqueda marcada por las preguntas, que Popper caracterizó como una sin término y que Kant comparó con un
hurgar a tientas en la oscuridad, son pocas las certezas, muchos de los errores
y, por momentos, plena la felicidad
A
todos los niños las ideas se les enredan, solo que algunos siguen en su
persecución y otras se aburren. Por el motivo que sea, se sienten más a gusto
con fórmulas rígidas inmodificables en las que basta preguntar una vez. El
conocimiento parece tan complejo. Algo similar hacen con la comida; a cierta
edad se aficionan a un solo plato: esto
me funciona, no quiero probar nada nuevo, ¡qué tal que no me guste!
Uno
de los sobrevivientes del atentado a la revista francesa Charlie Hebdo lo
planteó con belleza y profundidad en los días siguientes a las matanzas. Todos los
niños aman dibujar. Con el paso del tiempo, algunos lo dejan de hacer. Estos últimos
han perdido una parte de la flexibilidad que les permite expresar a través de
la línea y el color. Llegará un momento en el que se sentirán ridículos dibujando.
Algunos llevan más lejos su renuncia y condenarán a todo el que dibuje. El cómo
se da ese particular encogimiento cognitivo es algo que no comprendo. Solo puedo
añadir que cambiamos el pensamiento por una meta obstinada y ciega, la
experimentación por la costumbre. En el peor caso, por la prohibición
autoimpuesta. Las costumbres son una forma bajo la cual la curiosidad se
transmuta en la rigidez de las cosas, lo vivo se convierte en materia inerte
Vivimos
en un mundo en el que es cada vez más difícil preguntar
Estamos
inmersos en la era de la ansiedad
Ella
nos marca, nos define hoy más que ningún otro rasgo
Kierkegaard
la comprendió bien hace más de ciento cincuenta años: es el sonido continuo que produce una persona que camina con pasos
medidos de un lado a otro en una habitación en el piso superior. En ella
convergen todas las fantasías, los sueños alarmantes, pensamientos turbados,
aterradores, premoniciones del fin. Toda vida es una forma de acumulación de lo
incomprensible. Y de lo que no resulta en nada, porque justamente esto es la
ansiedad, el continuo palpitar del mundo dentro de nosotros cuando ya el vértigo
y el peligro han cesado. Es la condición sin causa
Hoy,
hemos extraído de nuestras formas de vida todo lo que puede ofrecer un amparo
contra el vértigo de la ansiedad. No construimos nuestra identidad en el
dialogo interior, capaz de hacer sentido de ese temor y temblor del existir. Para definirnos, lanzamos una botella
al mar de la red y esperamos respuestas. La ansiedad, como la vivimos –al igual
que la soledad-, es espera sin fin; nos hace invisibles, incapaces de soñar con
nosotros mismos. Esto es a lo que me refiero con vivir en un mundo sin utopías. Un mundo sin utopías es uno en el
que no nos podemos concebir de ciertas maneras, no hay forma de decir con
credibilidad que hay prácticas y saberes más valiosos que otros. El mundo no es
inadecuado, ajeno: la comida nos intoxica y nos enferma con complejas bulimias;
el pan es malo y las frutas, nuestra condenación (el peo tipo de azúcar es la
fructuosa, dicen los médicos). Un chico en Estados Unidos puede comprar un
rifle de asalto en un game arcade,
pero una abuela que sale en su autor a repartir pan a los hambrientos es
arrestada
En
materia política hemos desechado toda forma de contención
Simplemente
vociferamos indignados lo que se nos antoja. Hemos extraído cualquier tipo de
limitación que nos detenía a la hora de decir que “el otro” (para usar la
expresión a la manera de Tzvetan Todorov) no es humano
Hemos
desvinculado la capacidad contributiva de un ser humano al núcleo social de su
valor como persona. ¿O acaso la popularidad de Kim Kardashian o de Jeff Bezos,
que la sociedad ha recompensado de manera desmedida en fama y dinero, se
equiparan con la que le entregan a sus congéneres? Nuestros modelos de éxito
han roto el vínculo entre acción / talento y el reconocimiento. Al imitarlos,
intentamos ser reconocidos por nada, reconocimiento que a menudo nos lleva a
definirnos como losers, con la consecuente ansiedad: ¿Dónde fallé?, ¿no fui lo suficientemente proactivo?
En
aras de nuestro odio a los rituales que regulan nuestras vidas, para usar la
expresión de Byung-Chul Han, hemos sacado más de la cultura de lo que hemos
puesto en ella. Al botar todo ello por la borda, suponemos que somos los
mejores seres humanos que han existido jamás, como diría Nietzsche. Pero nuestro
rechazo de los grandes valores ha generado pequeños valores que cuidamos con
furia y celo, y que intentamos hacer a otros adoptar
Esta,
nuestra ignorancia, tiene una peculiaridad que ya señalaba Sócrates; es una
especie de nada que crece, vocifera, se expresa con tonalidad propia. Me imagino
que algo así es lo que quiso Sartre cuando advertía que somos los humanos, lo
que traemos la nada al mundo. Nos encanta el vacío, lo vendemos, lo
coleccionamos en forma de bitcóines y en universos como el metaverso. Notorio es
el caso del arte que vende obras invisibles, como veremos, y de los “originales”
que compramos de lo que ya es viral, el caso de los NFT
Ese
mundo lo navegamos sin nociones que son centrales a nuestras instituciones y
formas de vida, como la tolerancia. Hoy la tolerancia nos suena a “aguantarse”:
no me gustan los gays, los tolero,
dejo hace poco un influencer
conocida, y fue apabullada por las hordas justicieras de la red, que por mucho
la insultaron con palabras de mayor calibre
Ni
siquiera la argumentación tiene mucho sentido en un caso tal; es lo que nos
ponemos (o ponen) a hacer cuando las decisiones ya están tomadas y las palizas
propinadas. Solo nos hemos quedado con el pensar, con el deseo y el pensamiento
positivo, que fue una forma astuta de reinstaurar la culpa en el mundo, culpas
que no nos pertenecen, como veremos más adelante, siempre sembradas en el
futuro: imagínate cómo te quieres ver en
cinco años, ¡y allí estarás! Si no lo logras, algo mal habrás hecho
Es
por ello que la noción de “indignación” es central a la cultura contemporánea. Es
la otra cara de la decadencia de la noción de “normalidad”. Pareciera que
vivimos en un mundo en el que lo blanco, lo heterónomo se ha retirado, y en su
lugar hemos sembrado “diversidad”. En realidad, nadie se ha ido. La indignación
es la protesta de la antigua “normalidad”, de las personas hegemónicas, contra
la transformación del mundo, encaminada a mostrar que ellos también son “marginales”
o que siguen siendo centrales; he ahí la raíz común de los polos ideológicos
entre los cuales estamos radicalizados. Ambos aman encontrar motivos de
marginalidad en sus vidas, unos actuales, otros en el pasado. Los verdaderos
marginados, las víctimas de desplazamiento de la desigualdad creciente, los
migrantes que deben cruzar los terrenos más inhóspitos en busca de “libertad”,
poco se pegan a las nociones que cómodamente armamos en nuestros estudios
El
resultado ha sido que nos investimos de una especie de practicidad que “no se
pone con tonterías”, siendo estas últimas los pilares de nuestra forma de vida.
Pero “la ausencia de tonterías” lo que en realidad ha impulsado son
comportamientos demenciales a todo lo largo del espectro ideológico y político.
La derecha no tendrá cómo convencer a sus jóvenes adeptos con sus viejos
valores. La izquierda, por su lado, ha hecho lo suyo en otro formato: exprimir
de su concepto de “libertad” un dogmatismo dominante
Nada
de estos cambiará no regresaremos sin más a una condición de la cultura
ilustrada “pre-Trump” o “pre-woke”. Ya advertía Rousseau que, una vez andados,
la humanidad no regresa sobre sus pasos. Lo que más se le asemeja a nuestra
condición actual es el absurdo de Camus
He
pintado una especie de mundo post-apocalíptico en el que nada parece salvarnos
de un final que se hunde en los propios problemas que él genera. El mensaje de
este libro: “LA ERA DE LA ANSIEDAD” es el
contrario: si tan solo pudiéramos comprender que esta ansiedad nos pertenece de
una forma única, que puede llegar a formar parte de nuestra vida, habremos
ganado la batalla contra el abismo nietzscheano. El absurdo de la vida de
Sísifo en la obra de Camus es también su salvación. Muchos de mis estudiantes
son chicos muy jóvenes que no entienden el mundo a través del código de la
palabra, pero que definitivamente les gusta “pensar”. Encerrarse en un pequeño
cubículo y pensar. Para ello los urbanistas contemporáneos, han construido
apartamentos de quince metros cuadrados. Según la expresión que se usa para
ellos, piensan demasiado… son overthinkers.
Pensar se ha vuelto un elemento constitutivo de la identidad. Este libro: LA ERA DE LA ANSIEDAD; es un intento de llevar algo de
munición a los overthinkers de todas
las edades
Este
libro está lleno de ideas erróneas, en transición, provisionales y de preguntas
abiertamente atrevidas como las que plantean los niños
Como
tal, no es un libro para especialistas. Está escrito de tal manera que cualquiera
lo pueda entender. El que quiera pensar los tiempos en que vivimos quizá pueda
encontrar algo de valor acá. Será una decepción, eso sí, para quien en él busque filosofía académica. O citas APA
De
la temática en Filosofía de la mente / Ciencias Humanas y Sociales / Sociología
FICHA TÉCNICA:
1
Libro
264
Páginas
En
formato de 15 por 23 por 2 cm
Pasta
delgada en color plastificado
Primera
edición 2023
ISBN13
9786287569256
Autor
Roberto Palacio
Editor
Ariel
FAVOR DE PREGUNTAR
POR EXISTENCIAS EN:
Correo
electrónico:
Celular:
6671-9857-65
Gracias
a Google por publicarnos
Quedamos
a sus órdenes
LA ERA DE LA ANSIEDAD
SOBRE EL PENSAMIENTO Y LA
EMOCIONALIDAD
EN UN MUNDO SIN UTOPÍAS
=
= = = = = = =
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tenga en cuenta lo siguiente para realizar comentarios en este post:
1.- No se publicaran insultos, expresiones discriminatorias, ni agravios, ni obscenidades, etc. que estén en contra de la moral publica
2.- No se tomarán en cuenta expresiones vulgares, ni comentarios que afecten la violación a la privacidad de terceras personas.
3.- No se publicarán comentarios fuera del tema
4.- Ni publicidad
5.- Evite realizar comentarios anónimos, con e-mails falsos