EL ORIGEN DEL
CAPITALISMO
UNA MIRADA DE LARGO PLAZO
1 Libro Autora Ellen Meiksins Wood
EDITOR SIGLO XXI
PRIMERA EDICIÓN 2021
LIBRO RECOMENDADO Y POR
ENCARGO
El
capitalismo no es ni una consecuencia inevitable de la naturaleza humana, ni
una mera ampliación de antiguas prácticas comerciales cuyos orígenes se pierden
en la noche de los tiempos. Desencadenado en unas coordenadas espaciales y
temporales específicas, el capitalismo necesitaba de una transformación radical
previa de las relaciones entre los seres humanos y de estos con la naturaleza
En
este clásico de Ellen Meiksins Wood, la autora ofrece al público lector una
introducción formidable y accesible a las teorías y debates en torno al
nacimiento del capitalismo, el imperialismo y el Estado - nación moderna
EN LA INTRODUCCIÓN:
La
<caída del comunismo>, proclamada a finales de la década de los ochenta y
durante la de los noventa del siglo pasado, parecía confirmar una creencia
compartida por muchos durante largo tiempo: el capitalismo es el estado natural
de la humanidad, se adapta a las leyes de la naturaleza y a las inclinaciones
básicas del ser humano, y toda desviación de esas leyes e inclinaciones
naturales solo puede acabar en desastre
Es
obvio que, hoy en día, el triunfalismo capitalista que siguió a dicha caída del
comunismo puede ponerse en cuestión por numerosas razones. Mientas escribía la
<introducción> a la primera edición de este libro: EL ORIGEN DEL CAPITALISMO; el mundo se recuperaba de
la crisis asiática. En la actualidad, las secciones financieras de la prensa
diaria contemplan con nerviosismo los indicios de una recesión en estados
Unidos, mientras redescubren los ciclos del capitalismo de toda la vida y que
aseguraban eran ya cosa del pasado. El periodo histórico entre ambos episodios se
ha visto salpicado en diversas partes del mundo por una serie de manifestaciones
efectistas que se describen con orgullo a sí mismas como <<anticapitalistas>>
y, mientras que muchos de los que participan en ellas parecen inclinarse por
disociar las maldades de la <<globalización>> o del <<neoliberalismo>>
de la naturaleza esencial e irreductible del propio capitalismo, son muy claros
con respecto al conflicto que el sistema provoca entre la satisfacción de las
necesidades de las personas y las exigencias que plantea la obligación de
obtener beneficios, tal como demuestran cuestiones como la creciente brecha
entre ricos y pobres o la creciente destrucción ecológica
El
capitalismo ha conseguido siempre en el pasado superar sus crisis recurrentes,
pero dejando siempre la tierra abonada para que emerjan otras aún peores. Sea cuales
hayan sido los medios empleados para limitar o corregir el daño provocado,
millones de personas han sufrido las consecuencias nocivas tanto de la
enfermedad como de su tratamiento
Quizá
las debilidades y contradicciones cada vez más evidentes del sistema
capitalista lleguen a convencer incluso a alguno de sus defensores más
acríticos de que es necesario encontrar una alternativa alguna está profundamente
arraigada, sobre todo en la cultura occidental. Dicha convicción no solo cuenta
con el respaldo de las versiones más descaradas de la ideología capitalista,
sino también de algunas de nuestras creencias más preciadas e incontestables
relativas a la historia, y no me refiero a la historia del capitalismo, sino a
la historia en general. Como si el capitalismo hubiera sido siempre el destino
del devenir histórico, o incluso como si el devenir de la propia historia se
hubiera regido siempre por las <<leyes del movimiento>> capitalista
PETITIO PRINCIPII
El
capitalismo es un sistema en el que todos los bienes y servicios, incluidos los
más básicos para la vida, se producen para ser intercambiados de un modo
rentable; incluso la fuerza de trabajo se convierte en una mercancía a la venta
en el mercado; bajo el sistema capitalista, todos los actores económicos
dependen del mercado. Esta dinámica no solo afecta a los trabajadores, que
deben vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario, sino también a los
capitalistas que dependen del mercado para comprar sus inputs, incluida la fuerza de trabajo, y para vender su outputs para obtener beneficios. El capitalismo
difiere de otras formas de organización social en que los productores dependen
del mercado para acceder a los medios de producción (al contrario que, por
ejemplo, el campesinado que mantiene la propiedad directa de la tierra, al
margen del mercado). Bajo este sistema, los propietarios no pueden confiar en
que los poderes <<extraeconómicos>> de apropiación recurran a la
coerción directa –como en el caso de los poderes militares, políticos y
judiciales que permitieron a los señores feudales extraer la plusvalía del
trabajo de los campesinos-, sino que dependen de los mecanismos puramente
<<económicos>> del mercado. Este mecanismo de dependencia del
mercado implica que la vida se rige por las reglas fundamentales de la competitividad
y la maximización del beneficio. De esas reglas se deriva que el único motor
del sistema capitalista es aumentar la productividad del trabajo con recursos
técnicos. Por encima de todas las cosas, es un sistema en el que los
trabajadores desposeídos realizan el
grueso del trabajo necesario para la sociedad y están obligados a vender su
fuerza de trabajo a cambio de un salario, para así acceder a los medios para
subsistir y para trabajar. Los trabajadores, a la vez que proveen lo necesario
para que la sociedad satisfaga sus necesidades y deseos, indisociablemente
están generando ganancias para quienes compran su fuerza de trabajo. De hecho,
la producción de bienes y servicios está subordinada a la producción del
capital y del beneficio capitalista. Es decir, el objetivo básico del sistema
capitalista es la producción y la reproducción del capital
Esta
forma específica de proveer las necesidades materiales de los seres humanos,
tan distinta de las anteriores formas de organización de la vida material y de
la reproducción social, tiene muy poco tiempo de vida, apenas una fracción del
conjunto de la existencia humana en la Tierra. Incluso quienes insisten con
vehemencia en afirmar que el sistema radica de la naturaleza humana misma y de
una continuidad natural de determinadas prácticas humanas desde tiempos inmemoriales
no se atreverían a afirmar que el capitalismo realmente existiera antes de principios
de la Edad Moderna, y, dicho sea de paso, solo en Europa Occidental. Es posible
que estos enfoques vean algún indicio en etapas anteriores, o que identifiquen
sus inicios en la Edad Media, en forma de amenaza sobre un orden feudal en
declive, aunque aún sujeto a las restricciones feudales; incluso puede que
detecten algún indicio en la expansión del comercio o en los viajes del
descubrimiento, por ejemplo, en las expediciones de Colón a finales del siglo
XV. Algunos se referirían a estas etapas tempranas como <<protocapitalistas>>,
pero muy pocos serían capaces de afirmar en serio que el sistema capitalista
existiera antes de los siglos XVI y XVII, y algunos lo situarán más bien a
finales del XVIII, en el XIX incluso, cuando se desarrolla hasta adquirir su
forma industrial
No
obstante, paradójicamente, las fuentes históricas sobre la emergencia de este
sistema han tenido mayoritariamente a definirlo como la materialización natural
de tendencias omnipresentes. Desde que los historiadores empezaran a abordar
por primera vez la cuestión de la emergencia del capitalismo, rara es la
interpretación de la cuestión que no haya empezado precisamente para dar por
sentado aquello que requería ser explicado. Prácticamente sin excepción, dichas
interpretaciones sobre el origen del capitalismo han seguido una lógica fundamentalmente
circular: han dado por supuesta la existencia previa del capitalismo para así
dar cuenta de su emergencia. Para explicar la tendencia típica del capitalismo hacia
la maximización del beneficio, han dado por supuesta la existencia de una
racionalidad universal basada en esa maximización del beneficio. Del mismo
modo, para explicar la tendencia del capitalismo a incrementar la productividad
del trabajo con medios técnicos, han dado también por supuesta una progresión
continua, casi natural, del avance tecnológico en la productividad del trabajo
Estas
explicaciones de petitio principii (1)
emanan del concepto de progreso de la economía política clásica y de la
ilustración. Ambas basan el desarrollo histórico en la idea de que tanto la
emergencia como el desarrollo del capitalismo están prefigurados ya en las
primeras manifestaciones de la racionalidad humana, en los avances tecnológicos
que arrancaron desde el momento en que el Homo
sapiens blandiera la primera herramienta, y en las prácticas de intercambio
entre seres humanos desde tiempos inmemoriales. Sin lugar a duda, el viaje de
la historia hasta ese destino final, el destino de la <<sociedad
mercantil>> o capitalismo, ha sido largo y arduo y se ha topado con
innumerables obstáculos por el camino. Pero, en cualquier caso, han sido un
proceso natural e inevitable. De modo que, según estos enfoques, la explicación
del <<origen del capitalismo>> no requiere mayor explicación que la
que aporta la superación a veces gradual y otras de manera repentina, fruto de
la violencia revolucionaria, de los muchos obstáculos en su camino
Para
la mayor parte de las explicaciones sobre el capitalismo y sus orígenes realmente
no hay tales orígenes. Aparentemente,
el capitalismo existió desde siempre, en algún lugar; bastaba con que se
liberara de sus cadenas, por ejemplo, de los grilletes del feudalismo; para
poder crecer y desarrollarse. Por lo general, dichas cadenas son de carácter político:
los poderes parasitarios de los señores, o las restricciones del estado
autocrático. En otras ocasiones, son de origen cultural o ideológico: una
religión errónea, quizá. Dichas restricciones limitan el libre movimiento de
los actores <<económicos>>, la libertad de expresión de la
racionalidad económica. Estas interpretaciones identifican lo <<económico>>
con el intercambio o los mercados; y precisamente es ahí donde ponemos detectar
el supuesto del que parten. La semilla del capitalismo se alberga en los actos
más primitivos del intercambio, en cualquier forma de mercado o actividad
mercantil. Algo que conecta habitualmente con la otra presuposición: la
historia consiste en un proceso prácticamente natural de desarrollo tecnológico.
De un modo u otro, el capitalismo emerge de forma más o menos natural donde y
cuando los mercados en expansión y el desarrollo tecnológico alcanzan el nivel
adecuado, y permiten que se acumule la cantidad suficiente de riqueza como para
permitir que se acumule la cantidad suficiente de riqueza como para permitir
una reinversión rentable. Muchas interpretaciones marxistas coinciden con esta
en lo fundamental, con el añadido de las revoluciones burguesas y su
contribución a romper los grilletes que se obstaculizan el desarrollo
capitalista
Estas
explicaciones acaban haciendo hincapié en la continuidad entre las sociedades
no capitalistas y las capitalistas, y niegan o disfrazan la especificidad del
capitalismo. El intercambio ha existido más o menos desde siempre, y pudiera
parecer que el mercado capitalista no sea más que una forma más que este
adopta. Desde el punto de vista de esta argumentación, dado que la necesidad específica
y única de revolucionar constantemente las fuerzas de producción no es más que
una extensión y aceleración de las tendencias universales y transhistóricas,
casi naturales, la industrialización es el resultado inevitable de las
inclinaciones más básicas de la humanidad. De modo que el linaje capitalista
pasa de forma natural del primer mercader babilonio, al burgher medieval, hasta el incipiente burgués moderno, para
desembocar en el capitalista industrial
Determinadas
interpretaciones marxistas de esta historia reproducen una lógica similar, incluso
a pesar de que en sus versiones más recientes el relato tiende a centrarse en
el campo y no en la ciudad, y sustituye a los comerciantes por productores
rurales de mercancías, pequeños o <<medianos>> granjeros que
esperan a que se les presente la oportunidad de convertirse en esplendorosos
capitalistas. Según este relato, la pequeña producción mercantil, una vez
liberada de las bridas del feudalismo, se convierte de un modo más o menos
natural en capitalista, y los pequeños productores de mercancías tomarán la
senda del capitalismo a la menor oportunidad
Estas
interpretaciones convencionales parten de ciertos supuestos, ya sean más o
menos explícitos, sobre la naturaleza y la conducta de los seres humanos, bajo
determinadas circunstancias y si se les brinda la oportunidad. Es decir, que
siempre aprovecharán cualquier oportunidad que se les brinde para maximizar el
beneficio mediante el intercambio y, para poder materializar su inclinación
natural, siempre hallarán formas de mejorar la organización y las herramientas
en uso para incrementar la productividad del trabajo
¿OPORTUNIDAD O IMPERATIVO?
Según
el modelo clásico, por tanto, el capitalismo constituye una oportunidad que
debemos aprovechar donde y cuando sea posible. Esta noción de oportunidad es absolutamente fundamental
en la interpretación convencional del sistema capitalista, y está presente en
el discurso cotidiano. Pensemos, por ejemplo, en el uso común de la palabra que
reside en el núcleo mismo del capitalismo: el <<mercado>>. Prácticamente
todas las acepciones del término mercado que aparecen en el diccionario tienen
la connotación de oportunidad: ya se
aluda a un lugar en concreto o una institución, el mercado nos ofrece la
oportunidad de comprar y vender; como abstracción, el mercado es la posibilidad
de venta. Los bienes <<encuentran un mercado>> y decimos que hay
mercado para un servicio o mercancía cuando existe una demanda, es decir, que
podrá venderse y que se acabará vendiendo. Los mercados están
<<abiertos>> a quienes quieran vender. El mercado representa
<<las condiciones relativas a, y la oportunidad para, comprar y
vender>> (The Concise Oxford Dictionary). El mercado implica ofrecer y elegir
Entonces,
¿qué son las fuerzas del mercado? ¿Acaso fuerza no implica coerción? Según la
ideología capitalista, el mercado no implica coerción sino libertad. A su vez,
existen determinados mecanismos orientados a garantizar el funcionamiento de la
<<economía racional>> y salvaguardar dicha libertad; así, la oferta
satisface a la demanda, y pone en circulación mercancías y servicios que las
personas elegirán libremente. Estos mecanismos constituyen las
<<fuerzas>> impersonales del mercado, y si llegan a ser coercitivas
solo lo serán en el sentido de que obligan a los actores económicos a actuar
con <<racionalidad>> y maximizar su capacidad de elección y sus
oportunidades. Ello implica que el capitalismo, él no va más de la
<<sociedad de mercado>>, es la situación óptima para la elección de
oportunidades. Cuantos más bienes y servicios se ofrezcan, mayor es el número
de personas con mayor libertad para vender y obtener beneficio, y mayor es el
número de personas con mayor libertad para elegir entre esos bienes y servicios
para comprarlos
Bien,
entonces, ¿Dónde está el fallo de esta interpretación? Un socialista diría que
se ha omitido el elemento fundamental, a saber, la mercantilización de la
fuerza de trabajo y la explotación de clase. Hasta ahí, todo bien. Sin embargo,
hay otro componente quizá menos evidente, y ausente incluso en las
interpretaciones socialistas del mercado: la característica distintiva y
dominante del mercado capitalista no es la oportunidad ni la capacidad de
elección sino, por el contrario, la coacción. Bajo el capitalismo, la vida
material y la reproducción de la vida están universalmente medidas por el
mercado, de forma que, para acceder a los medios que garanticen la vida, todos
los individuos deberán establecer relaciones mercantiles en un sentido u otro. Este
sistema único de dependencia del mercado supone que los distados del mercado
capitalista, sus imperativos de la competitividad, la acumulación, la
maximización del beneficio y el incremento de la productividad del trabajo, no
solo regulan todas las transacciones económicas, sino también las relaciones
sociales en general. Puesto que las relaciones entre los seres humanos están
mediadas por el proceso de intercambio de mercancías, las relaciones sociales
entre las personas son como las relaciones entre las cosas: <<el
fetichismo>>, el famoso concepto de Marx
Quizá
más de un lector plantearía aquí la objeción de que este análisis no es ajeno a
ningún socialista, o por lo menos a ningún marxista. Pero, como veremos más
adelante, con frecuencia los aspectos específicos del capitalismo, como por
ejemplo el funcionamiento del mercado capitalista desaparece como forma social específica toda vez que se presenta la transición de las sociedades
precapitalistas a las sociedades capitalistas como una extensión o versión más
madura, más o menos natural, aunque a veces frustrada, de unas formas sociales
ya existentes, o en el mejor de los casos, de una transformación de índole
cuantitativa más que cualitativa
Quizá
más de un lector plantearía aquí la objeción de que este análisis no es ajeno a
ningún socialista, o por lo menos a ningún marxista. Pero, como veremos más
adelante, con frecuencia los aspectos específicos del capitalismo tienden a
diluirse hasta en las interpretaciones marxistas del capitalismo, como por
ejemplo el funcionamiento del mercado capitalista desaparece como forma social
especifica toda vez que se presenta la transición de las sociedades
precapitalistas a las sociedades capitalistas como una extensión o versión más
madura, más o menos natural, aunque a veces frustrada, de unas formas sociales
ya existentes, o en el mejor de los casos, de una transformación de índole
cuantitativa más que cualitativa
Este
libro versa sobre el origen del capitalismo y de las controversias que plantea,
tanto de índole histórico como teórico. En la primera parte, se recorren las
principales interpretaciones históricas y los debates que las rodean. Aborda en
concreto el modelo más común de desarrollo capitalista, el llamado
<<modelo mercantil>>, en alguna de sus variantes, así como algunos
de sus principales desafíos. La segunda y la tercera parte esbozar una historia
alternativa, que espero que salve algunos de los principales obstáculos que
platean las explicaciones de petitio principii (1) convencionales, y que se
basa en los debates que se abordan en la primera parte, especialmente desde los
enfoques que se han enfrentado a las convenciones imperantes. Esta nueva edición
revisada y ampliada incluye, entre otras cosas, secciones y capítulos nuevos en
los que se esgrimen argumentos que tan solo se insinuaban en la primera
edición, sobre todo relativas a las formas de comercio no capitalista, el
origen del imperialismo capitalista y la relación entre el capitalismo y el
Estado – Nación
Además,
he añadido un subtítulo que espero que transmita no solo el mero hecho de que
se trata de una edición bastante más extensa que la anterior, sino que adopta
una <<mirada de largo plazo>> del capitalismo y sus consecuencias. Mi
intención inicial ha sido desafiar la naturalización del capitalismo y destacar
las formas en que representa una forma social históricamente específica y una
ruptura histórica con formas sociales anteriores. Pero, el propósito de este
ejercicio es tanto académico como político. La naturalización del capitalismo,
que niega su especificidad y los largos y dolorosos procesos que lo generaron,
limita nuestra capacidad para entender el pasado. A su vez, restringe nuestras
esperanzas y expectativas de futuro ya que si el capitalismo es la culminación
natural de la historia, su superación será entonces inimaginable. La cuestión
del origen del capitalismo puede parecer arcana, pero se adentra en el corazón
mismo de algunos supuestos que están profundamente arraigados en nuestra
cultura, y que se suponen la peligrosa ilusión comúnmente aceptada de que el
supuesto <<libre>> mercado beneficia a la humanidad y que es
compatible con la democracia, con la justicia social y con la sostenibilidad
ecológica. Para pensar en posibles alternativas futuras al capitalismo debemos
pensar en interpretaciones alternativas del pasado
(1) Petición de principio, en inglés
begging the question, es la falacia que define Aristóteles: <<petere id
quaod demonstradum in principio propositum est>> (afirmar aquello que se
debe demostrar). Se ha optado por poner la expresión en latín (N. de la T.)
OBRA INSCRITA EN:
COLECCIÓN:
HISTORIA
EN LA MATERIA:
CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES. HISTORIA MEDIEVAL, MODERNA CONTEMPORÁNEA
FICHA TÉCNICA:
1
Libro
224
Páginas
En
formato de 14 por 22 por 1.4 cm
Pasta
delgada en color plastificada
Primera
edición 2021
ISBN
9788432320095
Traductor
Olga Abasolo
Editor
Siglo XXI
FAVOR DE PREGUNTAR
POR EXISTENCIAS EN:
Correo
electrónico:
Celular:
6671-9857-65
Gracias
a Google por publicarnos
Quedamos
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