domingo, 18 de agosto de 2024

LA ERA DE LA ANSIEDAD

 

LA ERA DE LA ANSIEDAD

SOBRE EL PENSAMIENTO Y LA EMOCIONALIDAD

EN UN MUNDO SIN UTOPÍAS

1 Libro Autor Roberto Palacio

EDITOR ARIEL

PRIMERA EDICIÓN 2023

 

LIBRO POR ENCARGO

¿Es posible ser en la ansiedad de estos tiempos?

La era de la ansiedad es un libro sobre el vértigo de los tiempos que corren. Vivimos bajo lo que Kierkegaard llamó la “aflicción reflejada”, el latido de un mundo que sigue palpitando dentro de nosotros cuando toda acción ha cesado

Las nuevas prácticas parecieran alimentar esta “ansiedad”: construimos nuestra identidad de manera que no nos queda más que esperar el “like”; nos amamos como boxeadores, jugando a asestar el golpe sólo para alejarnos sin saber cuándo volver; los artistas venden esculturas invisibles y se invierten cantidades desorbitantes en lo intocable (NFT’s)

Perdimos las pistas de por qué hacemos lo que hacemos. Cuando acudimos a las herramientas convencionales de la civilización en busca de sentido –la educación, la argumentación, el conocimiento–, sólo descubrimos que son instrumentos que han caído en sus propias formas de banalidad

¿Hay un sitio entre el cielo y la tierra en donde anclar la redención (para usar la expresión de Nietzsche) que tanto ansiamos? En estas páginas se ha tomado una panorámica de 360 grados del presente, que Palacio traza con un despliegue de ideas originales, escritas en las claves de una filosofía no académica y divulgativa, en donde se muestra que en un mundo privado verdades y utopías, sólo el cuidado de sí que procura el pensamiento podrá resignificar los síntomas de la incertidumbre

De la prestigiosa colección Ariel Filosofía

De su célebre temática:

Filosofía / Filosofía de la mente

Ciencias Humanas y Sociales

Sociología

¿QUIEN ES NUESTRO AUTOR?

Roberto Palacio

(1967), MPhil., filósofo y ensayista colombiano. Por más de dos décadas se dedicó a la filosofía académica en los campos de etología humana y la filosofía del lenguaje en la Universidad de los Andes, antes de desarrollar una carrera como divulgador filosófico a través de su organización Seminarios La Vida Examinada. Colaborador de Los Ángeles Review of Books, Philosophical Salón, El Malpensante, entre otros. Palacio pertenece desde 2019 a la red mundial de pensadores y divulgadores filosóficos IDW (Intellectual Deep Web) dirigida por el filósofo sueco Alexander Bard. La era de la ansiedad es su quinto libro

ÍNDICE:

INTRODUCCIÓN

IDENTIDAD

El embellecido ser imaginario de Pascal

EL AMOR

“Amo a mi gato más que a las personas”

LA VIRTUALIDAD

La mansión animalista de Kim Kardashian

CULTURA WOKE

Mermelada emocional

ARGUMENTACIÓN

Argumentación, política y dolor

EL CONOCIMIENTO

La sociedad del desconocimiento

LA EDUCACIÓN

El arte de construir puentes

LA FELICIDAD

Si Auschwitz te apareció una mierda,

es que no le pusiste actitud positiva

FILOSOFÍA

Salir con una vaca y regresar con cinco habichuelas mágicas

FICHA TÉCNICA:

1 Libro

264 Páginas

Pasta delgada en color plastificado

Primera edición 2023

ISBN 9789878318615

Autor Roberto Palacio

Editor Ariel

 

FAVOR DE PREGUNTAR

POR EXISTENCIAS EN:

Correo electrónico:

alfonsomonarrez@gmail.com

Celular:

6671-9857-65 

Gracias a Google por publicarnos

Quedamos a sus órdenes

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EN LA INTRODUCCIÓN:

Mi carrera filosófica comenzó con la irritación a mi madre cuando yo era niño. Solía importunarla con las preguntas duras: ¿qué diablos significa que el universo sea infinito?, ¿Dónde está Dios? Y otras más mundanas, y no por ello más sencillas: ¿por qué dice el agüero que dejar los zapatos sobre la cama trae mala suerte? Mi madre hacia lo que podía. Me explico un día mientras tendía la cama que el universo infinito no lo podíamos comprender, justamente porque era infinito y nuestra comprensión, no… y la pregunta por los zapatos sobre la cama –una que le costó más que la del universo- la resolvió diciendo que el barro de la suela nos podría causar una enfermedad. Y que si eso no me hacía daño lo haría ella por dejar los zapatos sobre la cama

Yo “entendí” todo. Su forma de tender las cobijas sobre esa superficie limitada fue parte de lo que había asimilado. Las preguntas se me hacían autorreferenciales: la interrogación por el tamaño del universo me parecía ella misma infinita y en la pregunta por los zapatos había, como no, cierta superstición. Las preguntas eran mías: Las ideas se me habían enrededados

Con el paso del tiempo, los juegos dejan de ser simulación: el persistir en las preguntas tiene la capacidad de forjar una vida peculiar, la del pensamiento. Dice el filósofo francés Michel Onfray que todos nacemos filósofos, pero solo unos tienen la suerte de seguirlo siendo cuando adultos

Una cosa que se aprende pronto cuando se tiene la persistencia de preguntar es que rara vez se deja el asunto cerrado, resuelto para siempre. Las respuestas de mi madre me parecieron acertadas. Al menos le procuraron cierta tranquilidad a ese desespero del no saber

Pero la tranquilidad que daban las respuestas a mis preguntas infantiles duró poco. Se comprende en este ejercicio que una pregunta nos bota a otra y a otra es una secuencia expansiva sin fin. El conocimiento no es un proceso en el cual superamos un pasado tonto. Las respuestas de mi madre aún las llevo conmigo y señalan algo en cierta forma certero: no comprendemos el infinito, a los agüeros podemos encontrarles una razón desprovista de misterio. Con los años, he ido ampliando todo lo que ello significa. Avanzamos en el saber no tanto derribando lo anterior, sino construyendo caminos por encima de los que ya transitábamos. Al igual que en la ciudad, los viejos vecindarios siguen en uso. El conocimiento crece y se desarrolla como una criatura orgánica, como el cerebro mismo, en el cual poco se ha desechado, al tiempo que se crean nuevas estructuras

En esa búsqueda marcada por las preguntas, que Popper caracterizó como una sin término y que Kant comparó con un hurgar a tientas en la oscuridad, son pocas las certezas, muchos de los errores y, por momentos, plena la felicidad

A todos los niños las ideas se les enredan, solo que algunos siguen en su persecución y otras se aburren. Por el motivo que sea, se sienten más a gusto con fórmulas rígidas inmodificables en las que basta preguntar una vez. El conocimiento parece tan complejo. Algo similar hacen con la comida; a cierta edad se aficionan a un solo plato: esto me funciona, no quiero probar nada nuevo, ¡qué tal que no me guste!

Uno de los sobrevivientes del atentado a la revista francesa Charlie Hebdo lo planteó con belleza y profundidad en los días siguientes a las matanzas. Todos los niños aman dibujar. Con el paso del tiempo, algunos lo dejan de hacer. Estos últimos han perdido una parte de la flexibilidad que les permite expresar a través de la línea y el color. Llegará un momento en el que se sentirán ridículos dibujando. Algunos llevan más lejos su renuncia y condenarán a todo el que dibuje. El cómo se da ese particular encogimiento cognitivo es algo que no comprendo. Solo puedo añadir que cambiamos el pensamiento por una meta obstinada y ciega, la experimentación por la costumbre. En el peor caso, por la prohibición autoimpuesta. Las costumbres son una forma bajo la cual la curiosidad se transmuta en la rigidez de las cosas, lo vivo se convierte en materia inerte

Vivimos en un mundo en el que es cada vez más difícil preguntar

Estamos inmersos en la era de la ansiedad

Ella nos marca, nos define hoy más que ningún otro rasgo

Kierkegaard la comprendió bien hace más de ciento cincuenta años: es el sonido continuo que produce una persona que camina con pasos medidos de un lado a otro en una habitación en el piso superior. En ella convergen todas las fantasías, los sueños alarmantes, pensamientos turbados, aterradores, premoniciones del fin. Toda vida es una forma de acumulación de lo incomprensible. Y de lo que no resulta en nada, porque justamente esto es la ansiedad, el continuo palpitar del mundo dentro de nosotros cuando ya el vértigo y el peligro han cesado. Es la condición sin causa

Hoy, hemos extraído de nuestras formas de vida todo lo que puede ofrecer un amparo contra el vértigo de la ansiedad. No construimos nuestra identidad en el dialogo interior, capaz de hacer sentido de ese temor y temblor del existir. Para definirnos, lanzamos una botella al mar de la red y esperamos respuestas. La ansiedad, como la vivimos –al igual que la soledad-, es espera sin fin; nos hace invisibles, incapaces de soñar con nosotros mismos. Esto es a lo que me refiero con vivir en un mundo sin utopías. Un mundo sin utopías es uno en el que no nos podemos concebir de ciertas maneras, no hay forma de decir con credibilidad que hay prácticas y saberes más valiosos que otros. El mundo no es inadecuado, ajeno: la comida nos intoxica y nos enferma con complejas bulimias; el pan es malo y las frutas, nuestra condenación (el peo tipo de azúcar es la fructuosa, dicen los médicos). Un chico en Estados Unidos puede comprar un rifle de asalto en un game arcade, pero una abuela que sale en su autor a repartir pan a los hambrientos es arrestada

En materia política hemos desechado toda forma de contención

Simplemente vociferamos indignados lo que se nos antoja. Hemos extraído cualquier tipo de limitación que nos detenía a la hora de decir que “el otro” (para usar la expresión a la manera de Tzvetan Todorov) no es humano

Hemos desvinculado la capacidad contributiva de un ser humano al núcleo social de su valor como persona. ¿O acaso la popularidad de Kim Kardashian o de Jeff Bezos, que la sociedad ha recompensado de manera desmedida en fama y dinero, se equiparan con la que le entregan a sus congéneres? Nuestros modelos de éxito han roto el vínculo entre acción / talento y el reconocimiento. Al imitarlos, intentamos ser reconocidos por nada, reconocimiento que a menudo nos lleva a definirnos como losers, con la consecuente ansiedad: ¿Dónde fallé?, ¿no fui lo suficientemente proactivo?

En aras de nuestro odio a los rituales que regulan nuestras vidas, para usar la expresión de Byung-Chul Han, hemos sacado más de la cultura de lo que hemos puesto en ella. Al botar todo ello por la borda, suponemos que somos los mejores seres humanos que han existido jamás, como diría Nietzsche. Pero nuestro rechazo de los grandes valores ha generado pequeños valores que cuidamos con furia y celo, y que intentamos hacer a otros adoptar

Esta, nuestra ignorancia, tiene una peculiaridad que ya señalaba Sócrates; es una especie de nada que crece, vocifera, se expresa con tonalidad propia. Me imagino que algo así es lo que quiso Sartre cuando advertía que somos los humanos, lo que traemos la nada al mundo. Nos encanta el vacío, lo vendemos, lo coleccionamos en forma de bitcóines y en universos como el metaverso. Notorio es el caso del arte que vende obras invisibles, como veremos, y de los “originales” que compramos de lo que ya es viral, el caso de los NFT

Ese mundo lo navegamos sin nociones que son centrales a nuestras instituciones y formas de vida, como la tolerancia. Hoy la tolerancia nos suena a “aguantarse”: no me gustan los gays, los tolero, dejo hace poco un influencer conocida, y fue apabullada por las hordas justicieras de la red, que por mucho la insultaron con palabras de mayor calibre

Ni siquiera la argumentación tiene mucho sentido en un caso tal; es lo que nos ponemos (o ponen) a hacer cuando las decisiones ya están tomadas y las palizas propinadas. Solo nos hemos quedado con el pensar, con el deseo y el pensamiento positivo, que fue una forma astuta de reinstaurar la culpa en el mundo, culpas que no nos pertenecen, como veremos más adelante, siempre sembradas en el futuro: imagínate cómo te quieres ver en cinco años, ¡y allí estarás! Si no lo logras, algo mal habrás hecho

Es por ello que la noción de “indignación” es central a la cultura contemporánea. Es la otra cara de la decadencia de la noción de “normalidad”. Pareciera que vivimos en un mundo en el que lo blanco, lo heterónomo se ha retirado, y en su lugar hemos sembrado “diversidad”. En realidad, nadie se ha ido. La indignación es la protesta de la antigua “normalidad”, de las personas hegemónicas, contra la transformación del mundo, encaminada a mostrar que ellos también son “marginales” o que siguen siendo centrales; he ahí la raíz común de los polos ideológicos entre los cuales estamos radicalizados. Ambos aman encontrar motivos de marginalidad en sus vidas, unos actuales, otros en el pasado. Los verdaderos marginados, las víctimas de desplazamiento de la desigualdad creciente, los migrantes que deben cruzar los terrenos más inhóspitos en busca de “libertad”, poco se pegan a las nociones que cómodamente armamos en nuestros estudios

El resultado ha sido que nos investimos de una especie de practicidad que “no se pone con tonterías”, siendo estas últimas los pilares de nuestra forma de vida. Pero “la ausencia de tonterías” lo que en realidad ha impulsado son comportamientos demenciales a todo lo largo del espectro ideológico y político. La derecha no tendrá cómo convencer a sus jóvenes adeptos con sus viejos valores. La izquierda, por su lado, ha hecho lo suyo en otro formato: exprimir de su concepto de “libertad” un dogmatismo dominante

Nada de estos cambiará no regresaremos sin más a una condición de la cultura ilustrada “pre-Trump” o “pre-woke”. Ya advertía Rousseau que, una vez andados, la humanidad no regresa sobre sus pasos. Lo que más se le asemeja a nuestra condición actual es el absurdo de Camus

He pintado una especie de mundo post-apocalíptico en el que nada parece salvarnos de un final que se hunde en los propios problemas que él genera. El mensaje de este libro: “LA ERA DE LA ANSIEDAD” es el contrario: si tan solo pudiéramos comprender que esta ansiedad nos pertenece de una forma única, que puede llegar a formar parte de nuestra vida, habremos ganado la batalla contra el abismo nietzscheano. El absurdo de la vida de Sísifo en la obra de Camus es también su salvación. Muchos de mis estudiantes son chicos muy jóvenes que no entienden el mundo a través del código de la palabra, pero que definitivamente les gusta “pensar”. Encerrarse en un pequeño cubículo y pensar. Para ello los urbanistas contemporáneos, han construido apartamentos de quince metros cuadrados. Según la expresión que se usa para ellos, piensan demasiado… son overthinkers. Pensar se ha vuelto un elemento constitutivo de la identidad. Este libro: LA ERA DE LA ANSIEDAD; es un intento de llevar algo de munición a los overthinkers de todas las edades

Este libro está lleno de ideas erróneas, en transición, provisionales y de preguntas abiertamente atrevidas como las que plantean los niños

Como tal, no es un libro para especialistas. Está escrito de tal manera que cualquiera lo pueda entender. El que quiera pensar los tiempos en que vivimos quizá pueda encontrar algo de valor acá. Será una decepción, eso sí, para quien en él  busque filosofía académica. O citas APA

De la temática en Filosofía de la mente / Ciencias Humanas y Sociales / Sociología

FICHA TÉCNICA:

1 Libro

264 Páginas

En formato de 15 por 23 por 2 cm

Pasta delgada en color plastificado

Primera edición 2023

ISBN13 9786287569256

Autor Roberto Palacio

Editor Ariel

 

FAVOR DE PREGUNTAR

POR EXISTENCIAS EN:

Correo electrónico:

alfonsomonarrez@gmail.com

Celular:

6671-9857-65 

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