1 Libro Autor J. Jesús Esquivel
Editor Grijalbo
PRIMERA EDICIÓN 2023
“A
sus órdenes”, mi general traza una línea para entender todas las concesiones
que han existido para el ejército durante el gobierno de López Obrador y
demuestra la fuerza perdurable de esta institución en México
El
15 de octubre de 2020, el arresto del general Salvador Cienfuegos Zepeda en el
aeropuerto de Los Ángeles, California, sacudió las estructuras del poder
militar en México. El Departamento de Justicia de Estados Unidos lo acusaba de
usar su rango para ofrecer protección al Cártel de Sinaloa, así como de recibir
sobornos millonarios y estar coludido con dicha organización criminal para el
trasiego de drogas. La denominada “Operación Padrino” era la investigación
internacional más sólida y contundente sobre un militar mexicano relacionado
directamente con el narcotráfico. Pese a esto, nadie en el gobierno de México
supo de lo que las autoridades estadounidenses tenían entre manos hasta la
detención del general
J. Jesús Esquivel es licenciado en periodismo
por la Escuela de Periodismo Carlos Septién
Desde 1988 es corresponsal en Washington D. C., acreditado
ante la Casa Blanca, el Congreso Federal y el
Departamento de Estado de Estados Unidos
Trabajó como editor y productor de Televisa
y fue el primer corresponsal en Washington de TV Azteca
Se ha desempeñado como analista político en varios
programas de radio y televisión de cadenas como
National Public Radio, CNN, Univisión, Al Jazeera,
Telesur de Venezuela y RCN de Colombia
Ha cubierto diversos acontecimientos internacionales,
entre los que destacan las Cumbres de las Américas
en Miami, Quebec y Santiago de Chile
EL CASO CIENFUEGOS Y LA
SUMISIÓN
DE AMLO ANTE EL PODER
MILITAR
“En
Nueva York, en la Corte del Distrito Este, hay un caso muy delicado que tiene
que ver con tu país. SE TRATA DE UN GENERAL DE LAS FUERZAS ARMADAS METIDO CON
EL NARCOTRÁFICO. Hablo de un general muy importante. La DEA lo ha investigado y
tiene pruebas en su contra… CREO QUE LE DICEN EL PADRINO”
De
la colección actualidad
A SUS ÓRDENES, MI GENERAL
J. Jesús Esquivel
Fragmento
Introducción
Le
dicen El Padrino
Recibí
un breve mensaje de texto en mi teléfono que me llenó de ansiedad. Tenía que
ser algo importante y muy delicado, de eso no tenía la menor duda.
“¿Podemos
vernos en 90 minutos en la Freedom Plaza? No lleves tu teléfono celular.” Quien
me escribía era un fiscal federal de distrito del Departamento de Justicia de
Estados Unidos, a quien conocí en noviembre de 2018 en la Corte Federal del
Distrito Este en Brooklyn, Nueva York, al inicio del juicio por narcotráfico
contra Joaquín El Chapo Guzmán.
La
Freedom Plaza (Plaza de la Libertad) se encuentra a media cuadra de la oficina
de la revista Proceso en el National Press Building (Edificio Nacional de la
Prensa), sobre la calle 14, entre la avenida Pensilvania y la calle E, y a tres
cuadras de la Casa Blanca. Desde la Plaza se puede ver el Capitolio, y sobre
esa misma vena vehicular se encuentra también la sede del Departamento de
Justicia.
Era
el martes 7 de abril de 2020. Llegué 20 minutos antes de la hora convenida,
estaba ansioso. A los pocos meses de concluidos el juicio y la sentencia de
cadena perpetua más 30 años de prisión al Chapo, me encontré con el fiscal en
Washington durante el receso de una audiencia del juicio en contra de un capo
importante del narcotráfico en México. El fiscal me había pedido en otra
ocasión que le diera mi número de teléfono. “Sólo te buscaré el día que tenga
algo importante e interesante que contarte.” Él no me dio el suyo. “Tengo
varios, yo te buscaré”, se justificó.
Tras
20 minutos de esperar absorto en mis pensamientos, me sorprendió el fiscal
cuando se puso frente a mí para saludarme. Me preguntó si llevaba conmigo el
celular, le contesté que no, y enseguida cuestionó si llevaba una grabadora. Se
la mostré, me la pidió y se cercioró de que estuviera apagada.
“Todo
lo que te voy a contar es off the record, dejé mis teléfonos en la oficina”,
comentó y se tocó los bolsillos del pantalón y del saco como para
demostrármelo.
Comenzó
por exigirme garantías de que nada de lo que me narraría se publicara, pues se
trataba de una investigación federal en curso: “eso podría entorpecer la
pesquisa y acarrearme una acusación en Estados Unidos por el delito de
obstrucción de justicia”. Asentí con la cabeza, todo eso lo sabía muy bien tras
varios años de cubrir como reportero casos criminales de alcance federal de la
Unión Americana. Comenzamos a caminar sobre la explanada.
—Hay
en Nueva York, en la Corte del Distrito Este, un caso muy delicado que tiene
que ver con tu país. Se trata de un general de las Fuerzas Armadas metido con
el narcotráfico. Un general muy importante. La DEA lo ha investigado y tiene
pruebas en su contra —me explicó, palabras más, palabras menos. No grabé ni
tomé notas, el fiscal no me lo permitió. De modo que no puedo citarlo, pero sí
intentar recrear el diálogo.
Quise
saber el nombre del general bajo investigación, pero se negó a develarlo. Me
aclaró que se trataba de un militar que fue muy importante durante la
presidencia de Enrique Peña Nieto. El pitazo me lo daba, como lo planteó él,
para que con mis “fuentes mexicanas” intentara descubrir si el gobierno del
presidente Andrés Manuel López Obrador estaba enterado del caso.
Entonces
me aclaró que si lograba conseguir información del lado mexicano sobre este
asunto, podría publicarla en Proceso. Por su supuesto que quedaba vetado
mencionar alguna fuente estadounidense: la omisión podría ser la salida para un
reportero mexicano que provocara un escándalo al anticiparse a la exposición
pública no autorizada por una corte federal sobre un caso criminal extraterritorial.
Su consejo como abogado no me convenció del todo.
Yo
sabía que, en caso de publicar la nota, si lograba obtener alguna corroboración
del lado mexicano, no precisamente quedaría invulnerable a un pleito con las
agencias federales u otras instancias del gobierno de Estados Unidos, aun
cuando no mencionara fuentes de ese país.
El
fiscal estaba a punto de despedirse cuando le pregunté lo siguiente —esto sí lo
cito en forma textual—:
—
¿Algo más?
—Creo
que al general le dicen El Padrino —me respondió y emprendió la caminata hacia
el Departamento de Justicia.
Me
quedé mirándolo unos instantes en su recorrido por la avenida Pensilvania. Las
calles de la ciudad estaban desiertas, habían pasado unas semanas desde que se
había declarado la pandemia por covid-19.
En
las horas siguientes hice conjeturas sobre lo que me había dicho el fiscal.
Barajaba nombres de mis contactos mexicanos de más alto nivel, a quienes
intentaría recurrir para cotejar la información. Sin duda, se trataba de una
bomba periodística. Lo he dicho en muchas ocasiones: no hay reportero sin
suerte. Así que me sentí afortunado.
Comencé
cuidadosamente mis indagaciones. Un par de días después del encuentro con el
fiscal, llamé por teléfono a mis superiores en Proceso: primero, a Jorge Carrasco
Araizaga, director, y posteriormente a José Gil Olmos, jefe de información.
Ambos, por separado, compartieron mi opinión de que se trataba de información
extremadamente delicada e importante. Concluimos que el caso del Padrino era
señal de que el gobierno de Estados Unidos había decidido ir con todo y contra
todos los exfuncionarios de presidencias anteriores a la de López Obrador que
pudieran estar coludidos con los cárteles del narcotráfico de México.
Habían
pasado cuatro meses desde que la Administración Federal Antidrogas (DEA, por
sus siglas en inglés) había arrestado en Dallas, Texas, a Genaro García Luna,
secretario de Seguridad Pública y arquitecto de la guerra militarizada contra
el narco en el sexenio de Felipe Calderón. La agencia acusó a su antiguo aliado
de ser cómplice de una fracción del Cártel de Sinaloa para trasegar cocaína al
mercado estadounidense.
Fuera
quien fuera El Padrino, la pista que soltó el fiscal federal de distrito era
una jugada diferente de Estados Unidos sobre el tablero de la cooperación
bilateral en seguridad y combate al crimen organizado. La DEA había decidido
actuar en contra de militares mexicanos de alto rango, justo cuando la
estrategia de López Obrador de “abrazos, no balazos” se estaba colocando el
uniforme color verde olivo, con el acto de refundir a la antigua Policía
Federal en la recién creada Guardia Nacional, a la que comandaría justamente un
jefe marcial y no uno civil
Acordé
con Carrasco Araizaga y con Gil Olmos que los tres buscaríamos a nuestras
fuentes de información en México, tomando en cuenta la condición impuesta por
el fiscal estadounidense. Carrasco Araizaga quiso saber si me mantendría en
contacto con el fiscal, lo cual podría ser difícil en el contexto de la
pandemia. Supuse que sí y así se lo hice saber. Tenía el presentimiento de que
tarde o temprano el fiscal se volvería a comunicar conmigo para saber si mis
fuentes en México sabían del caso.
ASÍ INICIA EL LIBRO, EL
CUAL
RECOMIENDO AMPLIAMENTE…
FICHA TÉCNICA:
1
Libro
232
Páginas
En
formato de 17 por 15 cm
Pasta
blanda en color plastificado con solapa
Primera
edición 2023
ISBN
9786073826136
Autor
J. Jesús Esquivel
Editora
Grijalbo
FAVOR DE PREGUNTAR
POR EXISTENCIAS EN:
Correo
electrónico:
Celular:
6671-9857-65
Gracias
a Google por publicarnos
Quedamos
a sus órdenes
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